Desde el pasado día 15 de mayo, en distintas ciudades de España se están reuniendo, convocados por la fuerza de las redes sociales, miles de manifestantes pacíficos que ya se conocen como «los indignados» (en referencia al libro revelación del momento: «Indignaos», de Stephene Hessel, pensador francés de 93 años). Las convocatorias son abiertas, asamblearias y respetuosas con el entorno y los ciudadanos.
El nexo que une a personas tan distintas es una general insatisfacción por la clase política y económica: la democracia se ha vaciado de contenido y los principales partidos muestran en sus discursos y actuaciones que sólo se interesan por mantener su status de poder y ganar votos (y dinero). Estamos hartos de los rifirafes entre unos líderes y otros, de la pérdida de contenido real, donde el PSOE hace política económica de derechas (lo que es cierto) y el PP presume de ser prosocial, mantener pensiones, ayudas y los sueldos de los funcionarios (que es mentira).
La banca, principal responsable de esta crisis económica mundial, no está haciendo nada por cambiar la situación. Pide y recibe ayuda de sus aliados, los políticos, pero no hay más crédito para los ciudadanos; las cifras de sus resultados son escandalosas. Mientras que hay sectores que se han ajustado más del 50 % y los funcionarios han perdido un 5 % de sueldo, los bancos tan sólo desaceleran… el ritmo de ganancias.
Las reacciones de los políticos y periodistas son escandalosas: algunos intentan engullir y apropiarse de este impulso, los demás, descalifican a los manifestantes llamándolos antidemócratas. Tanto una cosa como la otra es miedo a la fuerza del pueblo. Es curioso: ninguno toma nota en serio para adoptar medidas encaminadas a recuperar el sentido de justicia y la moralidad en la vida social y política.
Desde aquí apoyamos a todos los que están dando voz y presencia a nuestra indignación. Para vuestra información, colgamos en Otros el «manifiesto de la asamblea de Madrid» con el que comulgamos. Seguiremos dando voz a nuestra indignación como muestra de salud ecológica y social y, pricipalmente, porque estamos hartos de callar y consentir.
¡DEMOCRACIA REAL, YA!
