La empatía, del griego «sentir dentro», es la capacidad para sentir (o presentir) lo que otra persona siente (José Mª Toro). Otras palabras afines de las que se distingue son: simpatía, «sentir con», de carácter social, como aceptación positiva de personas, ideas o instituciones; o antipatía, «sentir contra», que sería lo contrario de la simpatía, un rechazo a personas, ideas o instituciones. La empatía, frente a ellas, es una comprensión íntima, más profunda y serena.
El interés por la empatía está relacionado, fundamentalmente, con la convivencia. Es imprescindible poder ponerse en el lugar del otro para establecer las normas básicas de la moralidad, que se fundamentan en la reciprocidad. Las Máximas de Oro, «Trata al otro como quieres que te traten a ti», «No hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti», necesitan de la empatía para poderse llevar a cabo. Por eso, a los más pequeños se les enseña a ponerse en el lugar del otro cuando han generado un conflicto o han causado daño a alguien.
También es muy importante en la cohesión de cualquier grupo y se recurre a la empatía a la hora de mejorar los sistemas organizacionales, como las empresas.
A nosotros, sin embargo, nos interesa la empatía a la hora de ACOMPAÑAR y APOYAR a otras personas que se encuentran con problemas vitales o pasan por situaciones estresantes. Cuando alguien se enfrenta a dificultades las emociones son muy importantes. La persona que siente dolor, miedo, frustración, duda… y busca el apoyo de otra persona espera de ella no sólo que la entienda, sino que comprenda cómo se está sintiendo; cuenta con la empatía. La empatía es signo de respeto, aprecio y afecto.
De hecho, la empatía es una manifestación de la amorosidad, es un ejercicio de interés y cariño, es la calidad de ternura en la escucha. Ser empático no es sólo pre-sentir con el otro, sino sostener y valorar con respeto y aprecio lo que la otra persona experimenta.
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