¡Adiós Verano! ¡Hola Otoño!
Ya nuestro cuerpo y nuestro espíritu van percatándose de que los días son más cortos y las noches más largas. La vida nos recoge en la intimidad y nos invita a la mudanza. Miramos a los árboles que pronto perderán sus hojas, es tiempo de recoger algunos frutos, de vendimiar y ordeñar olivos…
Por eso y por otras cosas más hemos venido a este lugar maravilloso, para darnos más claramente cuenta del momento que vivimos. Estábamos algunas decenas de personas y otras tantas cámaras fotográficas, un par de pescadores y cuatro perros. No faltaron algunos alemanes y una pareja francesa. Todos absortos por la magia del momento. Cuando el sol definitivamente se escondió entre las ruinas del Castillo de Sancti Petri, el público irrumpió en un aplauso. ¡Tanta era la emoción!
Y ahora, cuando en la primera noche de otoño escribo estas palabras, conecto con el espíritu del momento y siento que tengo que cambiar, que, como los árboles desnudos, ahora toca quedarse un poco más desnudo, sin máscaras, sufriendo las inclemencias del tiempo con más dureza… Hay momentos en la vida que son claramente un Otoño, momentos de volver a la raíz y abandonar la exuberancia de las flores y los frutos, momentos para el silencio y la tristeza, momentos para ir ganando fuerza desde dentro.
No olvidemos que los ciclos de la vida son también fuente de sabiduría y que antes que ser una experiencia humana, la Naturaleza nos enseña que para llegar a la Vida, hay que pasar por la Muerte.